[OPINIÓN] Disney y Star Wars, o un ejemplo más del capitalismo moderno (por Víctor)

(la idea original de este artículo, así como una frase al principio, están sacadas de este artículo de la excelente revista de sociología y videojuegos Presura. Los análisis son parecidos dada la hermandad de las industrias del cine y del videojuego, pero siguen sendas algo diferentes)

SPOILERS DE LOS EPISODIOS VII Y VIII DE STAR WARS
 

Hace ya doscientos años, el 5 de mayo de 1818, nacía Karl Marx. Hace cincuenta, en mayo de 1968, estallaban protestas que sacudirían Francia y el mundo. Este año sale la última entrega de la franquicia Star Wars, "Han Solo".

Decía Karl Marx que la característica esencial del empresario capitalista es "su insaciable apetito por ganar más". Hoy en día, cualquier economista liberal te dirá que una buena cadena de producción tiene que ser eficaz, rápida y ágil. La industria del cine, que es hoy en día una cadena de producción en toda regla, sigue estos principios con meticulosidad. Y el caso que nos ocupa hoy, Star Wars, es un ejemplo de escuela de lo que se ha venido llamando producto cultural.

Siendo justos, venía arrastrando esta visión de su legado casi desde su creación. El merchandising, la publicidad, los libros, videojuegos, cómics, etc, derivados existen desde la primera capítula. Toda esta agitación de capital alrededor de lo que se pensaba iba a ser un fracaso en taquilla (y se concibió como una sola película) propició que se ampliase esta a una trilogía, y años más tarde otra. Todo esto para el mayor disfrute de los fans y los productores. Sin embargo, con la compra de Lucasfilm en 2012 por Disney, lo que se veía como un simple cambio de propietario fue desvelándose poco a poco como la transformación pura y dura de una saga con décadas a sus espaldas. Se anunció una nueva trilogía, y todos se alegraron (no tanto al ver las películas, todo hay que decirlo). Luego se anunció un spin-off, otro spin-off, una trilogía extra (que está oficialemente divorciada de los Skywalker), y otro spin-off más. En el espacio de seis años habían conseguido anunciar, publicitar, y empezar a producir más películas que en los anteriores treinta y cinco años.

No voy a vaticinar que Han Solo vaya a ser una mala película, buena sólo para hacer dinero, ni demonizar más de lo necesario Disney (que a fin de cuentas es una empresa que facturó el año pasado más de 55000 millones de dólares. ¿Qué más podríamos esperar de ella?). Pero sí que podría hablar de los spin-off, que han ido sirviendo últimamente a la industria como una especie de paja para rellenar los huecos, inevitables, entre dos grandes producciones; o podría hablar de la manía por lo retro, que no traduce sino una mezcla de nostalgia difusa por un pasado que muchos ni siquiera han conocido y de la falta de originalidad de muchos "creadores"; o podría hablar de la explosión de imágenes y sonidos que sirven de tapadera para un asombroso vacío argumental y simbólico («¡A eso me refiero! ¡Estremecedor! ¡Grande, fuerte, rápido!»); o podría hablar de las precuelas, que a menudo no sirven para explicar mejor unos personajes o un universo sino para reutilizarlos, exprimir un poco más la máquina de hacer dinero, sin tomar muchos riesgos; o podría hablar de la falta de silencio en un mundo lleno de un terrible ruido que lo invade todo...

Pero no quiero ser apocalíptico. Y por ser coherente con mi introducción, hablaré de velocidad. Velocidad es un término que ha venido asociado a la modernidad desde hace décadas. Hoy en día, velocidad no sólo implica progreso y modernidad, sino también individualidad (porque se entiende que avanzar juntos es avanzar más lentamente) y sobre todo, eficacia y agilidad. Eficacia, porque alguien veloz produce rápidamente. Agilidad, porque alguien veloz se adapta al terreno para mantener su ventaja respecto a los demás. Porque recordemos que otra característica esencial del capitalismo moderno, el individualismo, implica necesariamente la competencia con los otros individuos, en nombre de la libertad.

En realidad, más que velocidad debería decir aceleración. Porque si algo se puede observar, en especial de lo que he comentado sobre las películas de la saga Star Wars, es la producción acelerada, no sólo de películas, sino de declinaciones cada vez menos originales de los mismos personajes y universos (esto se observa aún mejor en la industria del videojuego; ver el ante-scriptum). El miedo, no ya al fracaso, sino a la simple pérdida de la "inversión", se ha vuelto patológico en todas las industrias culturales, y es característico de un mundo paradójico, a la vez multiforme y plano.

Parecería que este no fuera el caso de Star Wars. En efecto, la nueva trilogía ha traído nuevos personajes, nuevos conflictos y nuevas historias que contar. O eso parece. Porque si dejamos de lado todo lo nuevo y miramos a lo que se ha quitado de en medio, ¿qué vemos? Han muerto Luke y Han, y Leia también, aunque por razones externas a la saga. Dicho de otro modo, ha muerto el viejo mundo. Esto no es malo per se (aunque personalmente no me agrade); al contrario, se podría argüir que es una buena manera de hacer avanzar la saga, hacia destinos desconocidos hasta ahora. Esto es una manera de verlo como cualquier otra; pero lo que yo veo aquí son dos cosas. Primero, la eliminación de un pasado y unas temáticas asociadas a este que podrían no corresponder con la actual visión del futuro de la saga (y que no me digan que Rian Johnsonn tenía todo su libertad creativa al matar a Luke, porque en una saga tan importante como Star Wars no es cierto). Por supuesto, esto no significa que Luke, o Han, o quien sea, no aparezca en el episodio IX, ni (obviamente) que vayan a dejar de hacer spin-off de estos personajes; siguen siendo útiles a nivel argumental y sobre todo, sentimental. Segundo, la uniformización del universo Star Wars, con todo lo que eso conlleva. Lo que sigue de todo esto es que Disney tiene la intención (perfectamente normal) de ganar el máximo de dinero posible con Star Wars; y la mejor manera de hacer esto es de convertirlo en un producto, que obedezca a un sistema. De hecho, se podría decir que está en proceso de fordización; a la manera de Marvel y los otros gigantes de la industria, se divide el producto en elementos intercambiables y se vende en ejemplares múltiples, con mínimas diferencias y máxima publicidad interpuesta. La única diferencia (si es que la hay) es que ahora todo esto se hace en función del consumidor, una imagen creada a partir de ideas o muy abstractas y por tanto universales, o muy concretas y por tanto "de nicho" (aunque esto es más una diferenciación del videojuego, que por su -hasta hace poco- ostracisación cultural puede permitirse dirigirse hacia un público con unas esperas muy específicas, mientras que el cine industria como mucho se puede dirigir hacia el primer tipo de imagen o categorías por edades, razas o géneros), así como simulaciones de mercado y datos de millones de usuarios, lo que conforma un "usuario medio" (como si eso existiese) al que va dirigido realmente la película. En su afán por confortar ese consumidor imaginado, el cine pierde la identidad del autor, esencial para entender sus creaciones; porque el arte es un diálogo entre autor y consumidor, siendo los dos creadores de sentido, en los dos sentidos. El mayor error del "producto" cultural es de considerar el consumidor como simple ganado que alimentar con historias para llenar su vacío estructural; mas esto no sería así de no ser por el deseo moderno de olvidar el cuerpo y la psique, considerados sucios, por miedo a lo que Kundera llama "la insoportable levedad del ser".

No quiero terminar este artículo con una visión excesivamente amargada y pesimista del mundo, porque no sería justa. Existen muchas iniciativas, en todas partes, por aportar calidad y diferenciación al cine (y ya que estamos, también al videojuego). Las mentalidades cambian poco a poco y existen muchos creadores, muy talentuosos, que esperan para poder aportar su propias ideas y novedades. Pero es sólo apostando por estas iniciativas y castigando las prácticas empresariales injustas que se puede llegar a algo. Es a través de la toma de consciencia individual, de la destrucción de los monopolios, de la apuesta por lo diferente y lo único, aunque no sea totalmente de nuestro agrado ni nos conforme en nuestra visión del mundo, que se puede llegar a algo. Y ante todo, es a través de la creación cultural -defender el arte no sólo con palabras, sino con arte- y la acción colectiva, la evolución de la sociedad en su conjunto, que se puede llegar a algo. Es ahora, que suben los nacionalismos y el liberalismo como la espuma, que es el momento de actuar. Porque el peso de la libertad es ese: el de actuar, simplemente.

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