La crítica de Víctor: "La forma del agua" [CON SPOILERS]

Ficha técnica:


Título original: The Shape of Water
Año: 2017
Duración: 119 minutos
Director: Guillermo del Toro,
Vanessa Taylor
País: Estados Unidos
Reparto: Sally Hawkins, Doug Jones, Michael Shannon, Octavia Spencer, Richard Jenkins, Michael Stuhlbarg, Lauren Lee Smith, David Hewlett, Nick Searcy, Morgan Kelly, Dru Viergever, Maxine Grossman, Amanda Smith, Cyndy Day, Dave Reachill

Crítica con spoilers

Y entonces dijo: "Érase una vez..."

Si algo caracteriza a Guillermo del Toro, es su lado único, lo que algunos llaman "cine de autor". A lo largo de una trayectoria de más de 30 años, sus películas siempre se han caracterizado por esa mezcla entre simbolismo y fantasía que nos acercan, una y otra vez, a los monstruos. Pero no los montruos como la personificación de nuestros temores, sino como de lo desconocido, lo misterioso, esa realidad interior que tendemos a rechazar. En sus propias palabras, "mi fascinación hacia ellos [los monstruos] es casi antropológica... los estudio, los disecciono en algunas de mis películas: quiero saber cómo funcionan, qué aspecto tienen por dentro y cómo se comportan".

Por eso no es de extrañar que La forma del agua (2017) haya levantado tan vivas pasiones en el mundo del cine. Algunos ven en ella una cinta en el mejor de los casos original, en el peor rara, y en todos aburrida. Otros la alaban como la quintaesencia del buen hacer cinematográfico. Personalmente, prefiero ver en ella, más que una película, una especie de cuento. Tanto la forma, con narrador, introducción, trama, nudo, desenlace y epílogo, como el fondo, con sus temáticas fantásticas, sus personajes diferentes y su conclusión de "final feliz" lo confirman. Pero hablemos primero de diferencias.

No es casualidad que la protagonista sea una chica muda, cuya mejor amiga sea negra afroamericana (en los años 50, por si no era suficiente) y su compañero de piso/sustituto de padre un artista gay. Tampoco es casualidad que se enamore de un monstruo-pez sacado de un río de Sudamérica por el mismísimo ejército de Estados Unidos (cómo no), ni que el principal antagonista sea el arquetipo mismo del self-made man de la América de los años 50 en su cara pública y del militar sin compasión en la privada. Todos estos personajes, una vez definidos, se articulan sobre dos ejes naturalmente enfrentados: el amor y el odio. En este caso, dirigidos al inefable ser subacuático que coprotagoniza la película.

¿Huevos...?

Visto así, las críticas que tachan a La forma del agua de simple no se equivocan demasiado. Sin embargo, fallan al suponer que eso provoca que la trama se desinfle como un globo pinchado. Como se ha dicho antes, La forma del agua tiene más del cuento que de la película, y esto requiere verla con otros ojos. Una vez se han aceptado los supuestos iniciales, todo fluye por sí solo, y se llega al final de la película con una agradable sensación de familiaridad, como recordando una historia largo tiempo olvidada. Porque la característica más esencial del cuento es la relación de confianza entre el que cuenta y el que recibe el cuento. Se forma así una interdepencia entre el que da un pedacito de su interior y el que acepta ese presente, devolviéndoselo en forma de reconocimiento -o con otro cuento.

Pero no es esta la única manera que Guillermo del Toro tiene de contar una historia. Porque para él es tan esencial la parte de fantástico que contenga como nuestra relación con este. Y lo expresa particularmente bien a través del dúo protagonista.

Está claro que "la criatura marina", objeto tanto de empatía como de miedo, que es además mencionada de manera irónica en la boca de nuestro odiado militar (como para reforzar esta idea) como un dios, este ser que puede curar heridas y regenerarse, transformar los pulmones de un simple humano en branquias -o algo parecido-, matar de un arañazo el mejor tirador del Oeste y seguramente muchas maravillas más, es la personificación del misterio y lo sobrenatural, algo que tendríamos que intentar comprender y no odiar. Pero, ¿qué es de Elisa, la "chica muda"? ¿Cuál es su papel en esta obra? A mi parecer, cumple dos funciones principales. Primero, la de doble humano del pez (¿cómo llamarlo si no?), que se siente naturalmente atraída por él porque él la comprende. Esto es esencial, ya que los dos son seres solitarios, los dos son seres incomprendidos, y por tanto los dos son seres rechazados. Aquí se plantea una interesante oposición (aunque sólo de pasada) entre la sociedad moderna a ultranza, reverente ante todo del dios de la tecnología y del progreso, de los Estados Unidos -y por extensión occidental-, que ataca y quiere disecar lo extraño (y por tanto incomprensible); y los "salvajes" de Sudamérica, despreciados por nuestro militar, que tampoco lo comprenden, pero cuya reacción es al contrario venerarlo como un dios viviente.

Por otro lado, se podría considerar que el mutismo de Elisa es una representación de nuestro fuero interno, ese que no siempre comprende a los otros, y aún menos a nosotros mismos. En ese caso, ella misma sería la personificación de las ideas de tolerancia y unión que prodiga Guillermo del Toro a través de su obra. En todo caso, la figura de Elisa sin duda consigue acercarnos al "monstruo", nadando facilmente del miedo al amor a lo largo de sus poco más de cien minutos de metraje. Pero lo que realmente consagra esta obra, diferenciándola de todas las que habían presentado antes el paradigma Bella-Bestia, es que en vez de convertir al monstruo en humano -como sería lo habitual en estas películas-, el final de La forma del agua muestra a Elisa conviertiéndose en monstruo. Pero no convirtiéndose directamente en una especie de pez humanoide -con perdón de nuestro semidios empapado-, sino que se queda en una suerte de transición, pudiendo respirar bajo el agua pero conservando su forma humana. Somos humanos, y seguiremos siéndolo, pero aceptar lo desconocido hasta el punto de cambiarnos a nosotros mismos es la mejor manera de avanzar en el camino de la evolución.

En conclusión, el último filme de Guillermo del Toro es sin duda un cuento único y muy especial si se sabe mirar más allá de su falta de profundidad (mas no complejidad, en ciertos aspectos). Cumple con lo que promete, y se agradece ante todo el golpe de frescura que supone en una industria anquilosada y cada vez más putrefacta en su afán de conseguir su principal objetivo: el dinero. Pero mientras existan autores como del Toro, con ideas nuevas que crear y compartir, seguirá siendo posible rechazar la mediocridad de nuestros deseos mundanos. Que viva la magia, que viva el sueño; y ante todo, que no muera el humano.


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